El gran desafío como educadores ignacianos es entregar a nuestras y nuestros estudiantes una formación de excelencia, inspirada en el magis ignaciano, y que integre en forma armoniosa los aspectos intelectual, afectivo-social y religioso-espiritual.
Esto nos orienta a formar Mujeres y Hombres
Reflexivos e inquietos intelectualmente, capaces de evaluar su quehacer en consonancia con los principios y valores de una sólida formación humana y cristiana.
Con una formación académica amplia y profunda, que integre el manejo de conocimientos y el desarrollo de sus habilidades, que les permita renovar constantemente sus aprendizajes y utilizarlos en un mundo globalizado y en transformación continua.
Seguros de las propias habilidades y dones; que se sepan y sientan iguales en su dignidad de personas, reconociendo, aceptando y resguardando sus diferencias.
Abiertos a descubrir los diversos caminos que les permitan desarrollar y expresar creativamente su sensibilidad para apreciar y transformar el entorno.
Críticos, que disciernen el sentido de la vida y de la historia a partir del aprendizaje de las ciencias, las artes, la tecnología y la cultura en general; capaces de tomar decisiones libres, responsables y autónomas.
Competentes en el uso de conocimientos, habilidades y tecnologías, con plena conciencia del valor de la vida y siempre dispuestos a cuidarla y defenderla, aportando desde sus valores cristianos a la construcción de la sociedad del siglo XXI.
Capaces de ser amigos leales, de disfrutar y trabajar juntos, y de comprometerse en forma generosa con las demás personas. Capaces de amar y expresar el amor en sus relaciones interpersonales.
Activos participantes de una comunidad humana mayor, capaces de aportar a la construcción de una convivencia armoniosa y a la búsqueda del bien común, protegiendo el medio ambiente y las relaciones humanas en su entorno.
Atentos al cuidado de sí mismos y de los demás, respetando su cuerpo, su salud y su interacción con otros.
Sensibles al dolor de las personas, generosos en el servicio a los más necesitados y comprometidos en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
De oración y vida interior, que se saben creados y amados por Dios, que buscan constantemente Su voluntad y asumen el compromiso cristiano como opción de vida.
En síntesis, Hombres y Mujeres con el estilo de Ignacio: contemplativos en la acción, capaces de integrar la oración y búsqueda de la voluntad de Dios, los grandes sueños e ideales de su corazón, la vida real, la acción de servicio y el compromiso consigo mismo, las demás personas y el mundo que les toca vivir.
** Texto inspirado en documento las dimensiones de la formación Integral del Estudiante Ignaciano y Paradigma Pedagógico Ignaciano (PPI)